Que nadie te diga cómo, entre las flores,
el primigenio olor del plástico,
seminal del siglo, corrupción de los verdes
en campos de polímeros monocromos,
en campos de polímeros monocromos,
mímesis los colores enrejados en
jardines postizos,
como sucedáneos de edenes vaciados,
cuando una luna postiza ilumina los
ángulos
del escuálido árbol redentor
de las letras,
con palabras que aprenden monosílabos,
sobornos de ecos crepusculares entre púrpuras,
como memoria de fotografías,
como evocación de un sol
que no recorre los mismos bosques,
fantasmales sombras calcinadas.
fantasmales sombras calcinadas.
Que nadie te diga que
podrás posarte en la canícula
suspendida
porque tendrás las plantas arañadas
por las fisuras de la tierra
y dejarás un níveo rastro de
desierto,
una estrechez de pasos,
una insistencia en fronteras
circundadas,
una exigua marcha hacia la nada
en carreteras que nunca serán rutas,
cuando la floresta se vence infestada
de alquitrán
en horizontes corrompidos por celdas de
hormigón,
como panales dulcificados con mieles de
promesas,
como zumbidos de repetición
en horas vigiladas de la vigilia
urgente.
Al unísono, todos, todos, todos,
los mismos sueños.
los mismos sueños.
Cerámica, esmaltes, alambre, PVC, tierra de sequía.
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