BESTIA EN EL TEMPLO I
Llegaron los sabios y se les vio reír,
llegaron los sacerdotes y silenciaron
tus palabras,
llegaron los hombres y algunos fueron
poseídos por la codicia,
llegaron las mujeres mirando tu ojo y
murmuraron,
llegaron los niños y no entendían,
y llegaron por fin los proscritos y te
besaron.
En el templo tú no sabías, no
obstante, aparecieron palabras púrpuras en tu boca
mientras las paredes rezumaban
angustias seculares, sudando inquietudes primigenias.
Te expulsan, repelen tu
presencia,
paladean cada dolor y cada palabra transida de dolor,
han visto en tus visiones que llevabas
en tus iris a La Bestia incrustada,
gestando en tu garganta el
canto iniciático.
Temieron tu voz apoyada en verbo,
agitando
los muros que emanaban terrores ancestrales,
agrietando las frases
que soportaban los cimientos,
el vértigo posado en las tapias que
exudan pesadillas primitivas,
buscaste encerrada entre los párpados,
bien adentro,casi oculta, la presencia,
llegando al centro mismo de tu ojo,
hallando el centro mismo de tu ser.
Bestia va caminando el recorrido
del hastío y del dolor,
la cabeza en sucesivas negaciones
fuertemente la blande hacia las paredes
que transpiran historias
milenarias de venganza,
lacera sus párpados para alcanzar la
ceguera
y cada cicatriz se hace llaga en las palabras.
Bestia, que nunca perteneció al
templo,
desatendió cuando llegaron aquellos que habitaban las
tinieblas.
No fueron torpes, habían levantado los muros con sus
hedores
y puritanos ocultaban la sangre de voluntades
raptadas,
vestían lo oscuro, lo verdaderamente siniestro,
en
los pliegues reservaban sus hazañas y conquistas
y en sus
movimientos se vio que llevaban mutilada el alma,
mostrando en la mirada órbitas de
desprecio,
pactando con los demonios el juego, la
misma heredad del mal.
BESTIA DESTERRADA II
Bestia llevas la cabeza erguida
portando el estigma del hundimiento,
ya el tiempo te prestará
postizos mientras sigue eyaculando el silencio.
Huye, pese a que
te supuren los recuerdos,
retírate del templo donde su último
habitante dirige la última letra del infierno,
apacigua tus ojos
hasta la repudia aunque muestren cicatrices que ofenden sueños
y
arrastres en ellos un ataúd de recuerdos arrancados de la oscuridad
de la Tierra.
Engéndrate. Centra el latido. Créate
hasta denostar los nombres.
Tu lucha será el principio, las
soledades sus combates.
No vaciles el último paso, deposita allí
mismo tu iris engañado,
reconócete penitente de la nada y gana
el camino que heredarán tus anhelos,
persigue otro confín
carente de bordes, golpea allí otro mundo con tus yemas.
Regresa
a la guarida, refugia allí tu aliento,
esculpe a brutales
cinceladas la intangible realidad de tu ser.
BESTIA, TRÁNSITO Y DESTINO III
No saber fue el destino de su viaje
aunque conocer pareciera el fin,
la frecuencia inaudible era lo que
persistía.
El tránsito era un no lugar, una
frontera sin determinar,
el avance y el retroceso (la calma no
se alimenta en la ruta).
La Tierra era la destrucción. La
Tierra: lo único prohibido.
El páramo era el tránsito que
silenciando los nombres no pudo contenerlos,
plegando su boca abasteciendo,
íntimamente, siempre adentro.
Necesita impregnar el destino, marcar
su territorio,
si ellos la pisan que reconozcan el
olor de su furor.
Necesita dominar el abismo para
reconocerlos cuando entren,
acechar la línea discontinua que la
amaestró.
Necesita dejarse conquistar por una
horda de futuros inciertos,
acunarse en un tiempo no
combatido,
vaciar sus noches, desmemoriar sus días
y
reinventar todos los instantes de los universos perdidos.
Necesita mostrarse con la frente
destapada, sin pudor la letanía que perfora su piel.
Necesita reconocer en su cuerpo el
ángulo del desierto en las entrañas replegadas.
Necesita reservar sarcófagos de
palabras. Nada le nace ya,
únicamente lo yermo parece triunfar.
La nada avanza entre sus dientes.
Necesita, en el ocaso, desprender de
sus fauces toda la humanidad.