MATERIA DE BARROS. RUTH LODEIRO, ESCULTURA : octubre 2015

sábado, 24 de octubre de 2015

CORONA DE ANCESTROS 2015

Alimento del olvido; carne de dolor ayer, polvo mañana.
Estatuarias cicatrices que serán mudez.
Viajes inamovibles, divergencias en los vértices de miradas.
Palmas desiertas, vacías yemas que mundos moraron y sangraron.
Perpetuo ulular del silencio; eternos pobladores de lo infinito.
Restos óseos de la humanidad en la caverna.
Desprendimientos de la materia que un instante aparecen anudados a la imagen.
Sujetos con débiles hilos enmarañados,
apretados nudos que ligan a la realidad
Proceso de nacimiento, agolpamiento y cenizas.
Huesos del espinazo que nos sostienen,
articulados, acoplados, cosidos a la esencia en efímero tiempo.
Vértebras del tiempo que olvido yacerán.

CORONA DE ANCESTROS, 2015. Cerámica, esmalte hilo. Medidas 50 x 31 x 10 cm.

domingo, 11 de octubre de 2015

OJOS: LO QUE GUARDAN I, 2015

Cuando se lacra el iris a imágenes oníricas de viajes intensos a lugares imposibles, cruce de espera ronca y febril.

Cuando el fulgor de los nombres se arquea en una parábola de definitiva opacidad, sufriendo el destierro de la voz.

Cuando se obturan las pestañas para que los números no expandan más su carácter mortuorio y de la mirada se retrocede configurando un cauto cielo paralelo.

Cuando la luminiscencia arde los monstruos que nos vendieron las sombras y se suturan las visiones que traspasaban el alba al límite de las fronteras.

Cuando las pupilas dilatan un inamovible tiempo denso y de pestañas rizadas de pudor se huye el territorio del delirio.

Cuando de las órbitas perforadas en el registro del tiempo desecamos la acuosa mirada del furor y se hallan los ojos alambrados a la fragilidad del recuerdo en una prosodia conclusa.

Cuando de la visión de un espejo herido se evocan tramas de historias robadas vegetando el mismo final preconcebido.

Cuando de hachazos visuales se derrota la luminosidad...entonces, entonces, cegamos y zurcimos los ojos para no saber del mal.

OJOS: LO QUE GUARDAN. Cerámica, tul y esmalte. Medida variable, 5 m largo. Pieza interior 31 x 13 x 13 cm.

El viaje fragmentado, vendido a la irrupción de intensos lapsus, dando paso a desiertos, erráticos territorios que devienen en locura. Mitos cerrados que nos concluyen en la acritud del argumento escrito. Territorios castrados, la perfección inexistente, irregularidad en la planicie de la existencia, la mácula, la perturbadora ensoñación. Esforzadas subidas de breve cenit, entrañas simuladas, adentro, oculto quietud y miedo, espásticas de descensos dantescos. Posesiones que nos justifican y construyen, heredades que nos pernoctan, conexiones irreales que nos desacreditan, acoplamientos forzados de límpida apariencia. Sinuosidad de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que sin duda nunca fuimos y quizás seremos, ser sin saberse o horrorizarse de haberlo hecho. Abandonarse con el pulso extinto y la verdad codiciada. Enredos, caos en una materia aparentemente lineal, secuencia interrumpida por marañas que vencen y desestabilizan la pieza; la ensucian, la debilitan, la rellenan, la embellecen. Sueños cosidos a la realidad, noche añadida a la vigilia, nudos e hilvanes sustentos que permiten la continuidad. Horror vacui. Elementos postizos que destrozan el equilibrio, similitudes en espacios ficticios, procesos inacabados, finales abiertos, finales dramáticos, mito heredado, asimetría o perfección perforada. Hilo conductor extra-corpóreo, versatilidad en las posiciones, intercambiables, suprimibles, mimetismo, accesorios superfluos que ocultan la desnudez, fragilidad del contrapeso.

Acoplamientos deconstruidos, engranajes forzados que impostan lo real, tímidos ensamblajes de incrustaciones temporales, tiempo, más tiempo acumulado en abarrotadas dimensiones de vórtices.

Corazas para habitar la felicidad después de desprendernos, defensas perturbadoras del silencio y del ritmo.

Círculos heridos, óvalos distorsionados, esferas resquebrajadas, significado cíclico, principio y fin, inicio y término de irrupciones vitales. Búsqueda sin hallazgo, la odisea, sed de camino que resulta lastimado, sed de la pregunta, la duda.

Triángulos de trágico descenso, vértices de tres veces, ciudades cementerio, hormigueros, plano rectilíneo como obstáculo a lo diferente.

Óxidos y verdes de la convulsa tierra amamantadas de los postreros viajes, del límite oblicuo, de la frontera traspasada, en doma huidiza esclavitud al patrón.

Rojos de estertores del deseo, de la sangre que nos vivifica, pulsiones que nos adelantan, sufrimientos detenidos, el dolor.

Blancos de la pureza, de la salinidad, del desierto que se explaya, del ojo aquiescente, de silencios de palabras que derraman la verdad.

Azules de la soledad cósmica, de la intensidad, de la idea de libertad devenida.

La no existencia; el negro, lo oscuro, la privación, el retroceso que nos ancla, el deterioro, el anonimato eterno, ponderación entre los siglos y los nombres, las sombras.