Allí se llega bestia indómita,
amputada de la voz y la batalla, rotura
prolongada de las fábulas
desunida de la sombra y del tacto,
desperdigada en la frágil memoria del
agua.
Allí se llega desplazando de la
madrugada
el último segundo que viola las
tinieblas
guardando el amanecer al olvido hasta
poder aprehender la luz,
posándola entre la dermis y el nombre,
riendo el delirio y el futuro.
Allí se llega trepando el fin del
término, apostando cielos,
nutriéndose de polvo, volando la
sangre del designio.
sin pertenecer a las sombras ni a la
luz,
siendo de la penumbra que pare
monstruos y diosas.
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