FRONTERA EUROPA
La frontera era yo.
Yo portuaria. Yo Caronte. Yo llave del
regreso.
Meciéndome en albas cansinas y
llegando a ser maestra de ceremonias.
Palpando en mis límites que la
frontera era yo y la exigua extensión de la voz
cuando susurro que no hay mundos que
puedan pronunciarse al unísono.
La frontera era yo circunvalada de
tiempo,
llevando mi lugar cercado entre
paralelos de senectud,
cuando no intuyo, al menos, cómo me
nombran los ecos de los sueños,
cuando no recuerdo cómo baten la
atmósfera las súplicas de quien insiste.
Sí, la sofocan, la queman, la agotan
sin indignidad.
La frontera era yo constreñidamente agostada,
de realidad de hiel y escarcha.
Brutalidad asumida. Síncope, inflexión, letargo.
La frontera era la boca, mi nombre
original de mugido y equívoco,
cultivador de la urgencia y de la
ofensa, sólido para entierros.
La frontera era yo en lentos azules,
vejez sobre vejez de letales arrugas del alma,
espacio abastecido, enemiga de mi
materia y de mi límite.
Aquiescencia del odre que me envuelve.
Yo era la frontera donde batir el
drama,
era yo el límite de la premura,
yo el extremo del delirio,
yo misma el término.
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