(...)Saber del recorrido errático de destino estéril,
sin haber llegado al recodo imposible de pernoctar,
sin la ebriedad del descenso, sin pliegues, sin conclusiones,
sin que en las yemas temblasen los colores,
ni se ordenase con caos el espacio,
sin que en las yemas temblasen los colores,
ni se ordenase con caos el espacio,
apenas secreteando la rutina(...)
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