OJOS II.
Cuando se lacra el iris a imágines oníricas de viajes intensos a lugares imposibles, cruce de espera ronca y febril.
Cuando el fulgor de los nombres se arquea en una parábola de definitiva opacidad, sufriendo el destierro de la voz.
Cuando se obturan las pestañas para que los números no expandan más su carácter mortuorio y de la mirada se retrocede configurando un cauto cielo paralelo.
Cuando la luminiscencia arde los monstruos que nos vendieron las sombras y se suturan las visiones que traspasaban el alba al límite de las fronteras.
Cuando las pupilas dilatan un inamovible tiempo denso y de pestañas rizadas de pudor se huye el territorio del delirio.
Cuando de las órbitas perforadas en el registro del tiempo desecamos la acuosa mirada del furor y se hallan los ojos alambrados a la fragilidad del recuerdo en una prosodia conclusa.
Cuando de la visión de un espejo herido se evocan tramas de historias robadas vegetando el mismo final preconcebido.
Cuando de hachazos visuales se derrota la luminosidad...entonces, entonces, cegamos y zurcimos los ojos para no saber del mal.
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