Que nadie diga que la ciudad no tiene colores del luto de tonos trazados con mapas de plástico,
Ahí fuera una vastedad en donde los sueños no pasean solos las esquinas,depósitos de gestos infecundos, bellos rostros uniformados, recipientes del caos,
pobladores de alturas y pobladores de sombras,
leviatanes de sí mismos, repelidos pasajeros del cielo,
pantallas que habitan la impostura en nichos que venden tierras de hormigón.
Que nadie te diga que los grises no expanden su extensión hasta devorar los verdes
ni que las raíces calcinadas harán lecho de futuros.
Ahí fuera la ciudad viste vértices esclavos de sus cúspides, subyugados a sus planicies.
Que nadie te diga que lo plomizo no te cerrará los párpados a curvilíneas fronteras,
aunque le hubieses peleado a la calle todo el anonimato y reconciliado la voz con la palabra,
el verbo morirá en monosílabos que ya no sabrán deletrear el amanecer,
sudando urgencia mientras derramabas lentamente el tiempo.
Que nadie te diga que sembrarás memoria
y recogerás, cuando el cielo tan nítido hiere, la calma de la nada.
Ya no habrá una luz pausada que te detenga.
La historia sucederá sin ti.
El infierno también.
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