Allí se llega con las sienes duras y la materia oblicua,
sin sueños protegidos, algunos instantes perfectos,
con el tiempo entre las yemas y nudos de sangre taponando las fugas.
Allí se llega después de retener lo emanado a los vientos,
de secuestrar el movimiento en un el anclaje a la quietud.
Allí se llega después de habitar el recuerdo, de relatar el término,
de escribir la huida en círculo al tortuoso interior que lo conforma.
Allí, después de deslizar la esencia en esferas de abismo,
sin sueños protegidos, algunos instantes perfectos,
con el tiempo entre las yemas y nudos de sangre taponando las fugas.
Allí se llega después de retener lo emanado a los vientos,
de secuestrar el movimiento en un el anclaje a la quietud.
Allí se llega después de habitar el recuerdo, de relatar el término,
de escribir la huida en círculo al tortuoso interior que lo conforma.
Allí, después de deslizar la esencia en esferas de abismo,
el cráneo vertebrado en venas y simas, traspasado por codicia de hermetismo,
hilos de sangre y ataduras de evocación en un ropaje tejido por laberintos.
Allí se llega con una destreza en los espacios escuetamente habitados
y un espanto taponado de cómo se pronuncia el nombre de destino calcinado.
Allí se escribe la vulgar historia de las vidas,
amnesia del dolor, las vísceras guardadas en la medida del miedo.
Allí se llega siendo solo memoria y olvido, una que guarda a la otra
y ambas custodiadas por el dominio del silencio, sin dejar fugas abiertas.
Allí también se expulsa al intruso, Bestia de la inocencia. y un espanto taponado de cómo se pronuncia el nombre de destino calcinado.
Allí se escribe la vulgar historia de las vidas,
amnesia del dolor, las vísceras guardadas en la medida del miedo.
Allí se llega siendo solo memoria y olvido, una que guarda a la otra
y ambas custodiadas por el dominio del silencio, sin dejar fugas abiertas.
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